CINCUENTIPICO
Hoy, día de mi cumpleaños,
qué pereza preocuparme por guardar la línea.
Escribo esto mientras como chocolate
y saboreo una deliciosa, caliente, bebida de café y vainilla.
A esta edad es importante despreciar la belleza,
darle la menor importancia posible;
después de todo
ni siquiera un cuerpo escultural
me salvaría.
Si alguien volviera el cuello para mirar
sería para decir
«ve qué bien conservada,
qué bien esconde los años
¿se habrá hecho cirugía plástica?»
De todas las pérdidas que empiezan
a los cuarenta,
la más dura de procesar para mí
ha sido ésta de no sentirme más
objeto del deseo.
Se ha terminado el mar turbulento
en el que constantemente tenía que nadar
para mantenerme a flote.
Ahora floto en el agua como una boya redonda y amarilla,
una boya inofensiva
con la que juegan los niños.
Pronto ya nadie me temerá.
El poder de mi fuego
quedará sólo ardiendo en el recinto íntimo.
Llegará la hora de claudicar
de la ropa holgada y el temblor
de reconocer que la edad me ha dado un golpe de estado.